sábado, 4 de julio de 2009

Ruidos


Es más bien rara la vez en que quedo agradecida por un ruido que acabo de escuchar. Por lo general, tiendo a sentirlos como algo desgradable que hace incómoda mi vida. Pues bien, hoy quisiera referirme a ellos: los ruidos bonitos.

El choque de un tapón de cristal con su botella, también, de cristal. La pipeta de cristal introduciéndose en la botella para capturar su líquido. Y no me sirve el choque de dos cristales porque no es lo mismo, ni de lejos. Es un arrastre de un cristal sobre otro que, si se prolongara, llegaría a ser desagradable, pero tiene la gracia en que pronto se convierte en un tintineo que sin esa primera parte, sería, más bien, vulgar.

El coche cruzando las juntas de dilatación de un puente, en pleno invierno. Un ruido profundo, grave y lo más interesante, rítmico: ¡genial!

El mar... y una playa... y piedras... y arrastrándolas... hacia adentro... y empujándolas... hacia afuera...

El ruido, confuso, del viento en un bosque, que te hace estar alerta por si es un animal...

Los remos de una barca arrastrados sobre el agua...

En fin, propongo hacer una búsqueda de estos ruidos entre esta contaminación acústica a la que nos estamos habituando, en silencio...

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