jueves, 7 de mayo de 2009

Banyoles, dos mil dieci...


¿A qué se renuncia cuando tienes un hijo? A mucho, a mucho, a tu identidad, a aquello que te define. En mi caso, han sido muchas las renuncias desde hace tres años, pero tal vez la más dolorosa fua la buena costumbre que tenía de hacer deporte, prácticamente, a diario. No quiero decir que fuera una gran deportista, pero sí tenía bastante disciplina, y ésta sí me definía. De hecho creo que fue el hecho de perder el control sobre mi propia disciplina lo que, al fin, me desequilibró.
Hoy he conseguido escaparme e ir a nadar y mientras lo hacía he pensado en un objetivo: nadar por quinta vez la travesía de Banyoles. Lejos quedan los planes que hacía con Anabel, en la escuela de cerámica, de hacer la de Santa Pola-Tabarca. Ya no tengo 25 años. No pretendo tanto, sólo Banyoles. Ni siquirea he podido poner fecha, año en el que lo nadaré, pero sé que lo haré. Así que, prepárate Oto, tu madre va a volver a nadar... ¡Nos vemos en Tabarca!