domingo, 23 de junio de 2013

Aitana

Hace unos días vi en Punt 2 un documental que explicaba los últimos días que pasó el gobierno de la Segunda República en España. De cómo se refugiaron en una finca cercana a Petrer llamada El Poblet hasta que la mañana del 6 de marzo de 1939 todo el gobierno abandonó el país a bordo de varias avionetas que consiguieron despegar con las tropas franquistas pisándoles los talones. Entre las personas que subieron a esas avionetas se encontraba Rafael Alberti con su mujer, María Teresa León.
Y entonces contaron algo que ya un amigo mío me había contado hace algún tiempo: cuando la avioneta estaba ya alejándose de la costa alicantina, lo último que Alberti vio de España fue la Sierra de Aitana y, ya en el exilio y por este motivo, decidió llamar así a su hija, Aitana.
Cuando nació mi primer hijo decidimos ponerle un nombre que tuviera alguna relación con la montaña y por eso le pusimos Oto, como el pueblo del Pirineo aragonés. Cuando nació mi hija, ya tenía el nombre puesto desde hacía años: Aitana. Aitana como la sierra tan próxima en mi vida y ahora, Aitana, en honor a la república perdida y hoy tan necesaria...

sábado, 1 de junio de 2013

Lengua

Hasta qué punto somos conscientes del daño que ha hecho la política a nuestra lengua, sea cual sea ella... hasta qué punto politizamos cada aspecto de nuestra vida, cada paso en nuestro día y dejamos la objetividad de lado intentando defender algo que poco a poco nos separa, nos divide, no incomunica... Qué contradicción, ¿no? la herramienta que tiene el ser humano para comunicarse, para enriquecerse, para sociabilizarse, convertida en un arma letal que enfrenta, que hace odiar al de al lado, que nos separa...
Amo mis dos lenguas. Sí, tengo la suerte de haber nacido en una tierra que tiene dos lenguas.
Una, dulce. Nunca he oído una lengua tan dulce como el valenciano. Con expresiones como "a contracor"... Llama al anochecer, "a poqueta nit"; a la cárcava, "xaragall"...
Me emociono cuando oigo a Ovidi Montllor con "les seues vacances", cuando mi amigo Sergi, de Ontinyent, me habla, y me enseña todo aquello que sabe de nuestra tierra ¡que es mucho!.
Nunca he leído poemas de amor como las de Estellés o me he entristecido, o más bien conmovido, tanto con un poema como cuando mi amigo, mi marido ("el meu home" en valenciano) me dio a leer por primera vez "Coral romput".
La otra, enorme. Mi lengua materna. Pienso en ella. Cuando me enfado, hablo, escribo, maldigo en ella. Cuando me emociono, es con ella... Hablo con mis hijos, mis padres, mi pareja en ella... Habitualmente, leo en ella. Es mi lengua materna, ¡cómo no voy a quererla?
Y desprecio a los políticos que las están destruyendo, que las matan, que nos enfrentan, que nos hacen elegir entre una de las dos, que nos hacen preferir, y esa preferencia nos marca, nos define, ¡valiente estupidez!
Y me entristezco... hasta llorar, porque esto nos empobrece, nos embrutece, nos eleja, nos divide, que, al fin y al cabo, es lo que ellos quieren.
Yo empecé a hablar valenciano para que mis alumnas de los pueblos donde voy a trabajar pudieran comunicarse conmigo en su idioma. Y os aseguro que si no hubiera hecho este esfuerzo, en ciertos pueblos de La Safor, La Costera o La Vall d'Albaida, hubiera sido un problema. No es que enseñe filosofía, pero necesito saber que mis alumnas están cómodas conmigo, que se expresan con total libertad y comodidad, que se comunican fácilmente conmigo... y para esto está la lengua, ¿no?
Aprendí a escribir el valenciano (y todavía estoy en ello) por el firme convencimiento de que no podía ser analfabeta en una de mis dos lenguas, porque me gusta y nadie me lo impuso. Poco a poco, fui haciendo pequeños progresos, gracias a una gente que desde su respeto y paciencia me fueron enseñanado y corrigiendo.
Pero, cuando la defensa de cualquiera de las dos lenguas (de cualquiera de ellas) se convierte en una militancia, consiguen en mí un movimiento contrario en el que me horroriza estar pero no, no soporto las imposiciones.
Escuchemos qué nos dice la otra lengua, entendamos a las personas en su lengua, aprendamos la otra lengua y amémosla, a lo mejor nos enseña cosas nuevas... en fin, respetemos las dos lenguas, pero sobre todo, respetemos a las personas. Ya lo decía la pintada de la autopista, "Clave: amor y cultura".